A 173 años del paso a la inmortalidad del Padre de la Patria es difícil no pensar cual sería el pensamiento del libertador que supo ser tenaz, sencillo, sobrio y principalmente un hombre de palabra. Un hombre que nos enseñó mucho y del que no hemos aprendido absolutamente nada.
Desde el comienzo de la historia nuestro país supo ser cuna de grandes hombres como el General José de San Martín, no obstante, también fuimos -y aún lo somos- cueva gobernada por alimañas disfrazadas de grandes salvadores, quienes lejos de velar por el bienestar común han trabajado incansablemente para engordar solo sus cuentas bancarias, negociando para amigos del Poder despilfarrando en su fiestita el dinero del pueblo.
Es irónico que Argentina siendo uno de los países más ricos del planeta se encuentre en este estado de empobrecimiento intelectual, político y económico a causa de las malas decisiones que nuestros representantes toman y que han sumido a una gran nación a una crisis sin precedentes.
Actualmente mucho se habla de “grieta”, una fantasiosa línea imaginaria que algún estúpido inventó para separar a los puros de los impuros, a los buenos de los malos, y a los corruptos de los honestos. Una línea que no es otra cosa que una versión barata de Unitarios y Federales. Lo desopilante de esto, es que a ninguno le explicaron de qué lado están, por lo que todos creen ser los buenos.
Esta grieta es comparable con las guerras internas a las cuales el Libertador no se prestó, son comprables porque solo generan pobreza y dejan un país devastado, no importa de qué lado de la grieta te pares, esa devastación nos toca a todos por igual, menos a un grupo de vivos que ganan manteniendo esa división, que prometen soluciones a problemas que ellos mismos generaron y que se enriquecen mientras el pueblo cada día es más pobre.
Este 17 de agosto se celebrarán cientos de actos a lo largo y ancho del país, en los que políticos de todos los colores resaltarán las virtudes del Gran Capitán, se golpearán el pecho y algunos más osados se compararán con él hablando de soberanía económica y amor a la patria a cambio de un voto en la próxima elección.
Es cierto que San Martín fue enemigo del lujo y la ostentación. Según se desprende de textos históricos, supo bajarse el sueldo más de una vez para que ese dinero fuera a la conformación del Ejército que liberaría a tres países, vivió modestamente y comía lo que la tropa a su mando, algo que va a contramano con el pensamiento de nuestros políticos que aman el lujo y la suntuosidad, aun cuando hay miles de argentinos que no tienen pan para poner en su mesa. En definitiva, San Martín fue un hombre de una sola pieza, entregado por entero a servir a su país y a los demás, mientras nuestros gobernantes se sirven del país aprovechándose de los recursos que deben administrar.
A 173 años del paso a la inmortalidad del General San Martín, debemos reflexionar, y unirnos de una vez por todas para remediar las desgracias, y restituir a la Patria su antigua dignidad, dejando de lado las diferencias, sin buscar un rédito de ello, tal y como lo hizo alguna vez el Gran Capitán.
Sepamos, cómo él, servir a nuestro país y a los demás, cumpliendo con lo que a cada uno le toca, y mirando más allá de nuestro propio interés, bolsillo o comodidad, para pensar en el bien de todos los argentinos.